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La historia comienza en plena pandemia. En ese momento, la Universidad Nacional de Quilmes adquirió dispositivos de medición de dióxido de carbono para poder evaluar la calidad del aire.

La ingeniera Virginia Mazzone cuenta que, al principio, el objetivo era solo replicar los dispositivos; ya que el físico Jorge Aliaga (Universidad Nacional de Hurlingham) los había diseñado y había publicado los pasos para hacer los propios de manera gratuita. Sin embargo, el equipo científico de la UNQ fue por más.

“Al principio, solo pensamos en replicarlo, ya que la Universidad tenía pocos. Sin embargo, luego decidimos hacerle aportes que nos parecían útiles”, detalla Mazzone a la Agencia de noticias científicas de la UNQ. De allí se conformó un equipo compuesto por Mazzone, Fernando Alvira, Julián López, Fernando Villalba Noguera y Juan Cruz Moreno: investigadores del Laboratorio de Simulación, Control Automático, Biofotónica y Nanotecnología” (SiCoBioNa)

Monitoreo y casas inteligentes

El ingeniero Fernando Villalba Noguera cuenta a la Agencia UNQ que el dispositivo está basado en el desarrollado por Jorge Aliaga pero que no es igual. Villalba Noguera había trabajado en un procesador durante su tesis y fue el insumo que utilizaron para manejar los sensores incorporados en la nueva tecnología. “Los aportes que le hicimos desde nuestro grupo de investigación incluyen una luz led que puede ser verde, amarilla o roja, de acuerdo a los niveles de dióxido”, explica Mazzone. Y continúa: “Tiene sensor de humedad y temperatura y puede conectarse mediante wifi a una web desde donde pueden visualizarse las mediciones”.

“Nuestra idea era ponerlo en diferentes lugares y establecer un centro de monitoreo”, agrega Mazzone. La investigadora cuenta que se pueden tomar medidas y acoplar a la apertura automática de una ventana: cuando la calidad del aire detectada no es buena, la ventana se abre para permitir la ventilación. Algo así como una “casa inteligente”.

“El sensor en si mismo funciona mediante radiación infrarroja. Es capaz de detectar este tipo de radiación que es absorbida por el dióxido”, cuenta Fernando Alvira. El inconveniente es que el agua puede interferir con la medición: en un día muy húmedo, bastante común en Buenos Aires, puede encenderse la alarma, pero no por el dióxido de carbono, sino debido al agua. El sensor “se confunde”, por eso se le agregó la capacidad de detectar niveles de humedad ambiente.

Conocimiento al servicio

Juan Cruz Moreno, que dirige el Laboratorio, destaca que el disparador fue que el grupo de investigación tenía el “know how” muy presente para desarrollar este tipo de sensores. “Sabíamos que lo podíamos hacer y con esa propuesta fuimos a hablarle a las autoridades del departamento de CyT para desarrollar un dispositivo pero con las mejoras que mencionamos”, explica el científico. “Desarrollamos un prototipo que se irá escalando a medida que surja la demanda desde el departamento”, concluye.

“La Universidad hizo un aporte grande a la pandemia y nosotros nos preguntamos cómo podíamos ayudar. Este dispositivo que hoy presentamos es el resultado”, comenta Virginia Mazzone.

“Nos planteamos hacer algo realizable, un objetivo alcanzable en el marco de la pandemia que estábamos atravesando”, agrega Juan Cruz Moreno. “Cada uno hace su propia investigación y le sacamos tiempo a nuestras líneas para realizar este dispositivo. Poder alcanzar algo un poco mejor de lo que teníamos es una satisfacción increíble”, finaliza.

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