- 17 de agosto de 2021
El Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata, que está integrado por Walter Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, juzga a 18 represores, entre ellos a Miguel Etchecolatz y el ex médico policial quilmeño Jorge Bergés por las torturas.
Por los delitos en el Pozo de Quilmes y el Pozo de Banfield,
se llevó adelante ayer una nueva audiencia, la número 36, del juicio por
delitos de lesa humanidad, donde dio su testimonio Jorge Alfredo Barry quien declaró
por la desaparición de sus hermanos, Enrique Rodolfo (que vivía en Quilmes y
fue secuestrado en Bernal) y Juan Alejandro, así como por su cuñada, Susana
Beatriz Mata de Barry. También brindaron su testimonio las hermanas Claudia y
Patricia Congett, que declararon por su padre Jorge Luis Congett, secuestrado
en 1976.
El
Tribunal Oral Federal (TOF) 1 de La Plata, que está integrado por Walter
Venditti, Esteban Rodríguez Eggers y Ricardo Basilico, juzga a 18 represores,
entre ellos a Miguel Etchecolatz y el ex médico policial quilmeño Jorge Bergés
por las torturas, homicidios y ocultamiento de menores en perjuicio de casi 500
víctimas alojadas en tres centros clandestinos de detención durante la última
dictadura cívico-militar.
El
primer testigo de ayer, fue Jorge
Barry, hermano de Enrique Barry, secuestrado el 20 de octubre de 1976 en la
zona de Montevideo entre Calchaquí y Dardo Rocha, de Bernal y que permanece en
condición de desaparecido. Mencionó que Juan Alejandro fue
secuestrado en 1974, en un bar donde se había reunido con otros miembros de la
Juventud Peronista y su compañera, ya embarazada, fue detenida hacia fines del
año. Ella terminó dando a luz en la cárcel de Olmos y su hermano quedó en la
Unidad 9 de La Plata.
El
hombre residía, por ese entonces, en una casa de la calle Spiro 1018 en
Adrogué. “El 23 de octubre golpean brutalmente la puerta. Abro y me ponen en la
frente una pistola, entra una patota infernal”, recordó, y advirtió que estaba
junto a su compañera y sus tres hijos menores. “Me preguntaban por Enrique”,
contó, y dio cuenta que entonces entendió que algo había pasado con su hermano
Enrique. “Durante mucho tiempo volvieron, me cruzaron autos en la calle y me
preguntaban cosas”, explicó.
Susana
Papic le comunicó luego que Enrique estaba desaparecido, que estaba sola con
Agustín (el pequeño hijo de ambos) y desesperada. “Le expliqué que esa llamada
estaba siendo escuchada y yo estaba perseguido, no me dejaban a sol ni a sombra.
Fue la última vez que tuve noticias de ella. Hacia fines de diciembre, Agustín,
que era un bebé, apareció tirado en las escalinatas de Casa Cuna. Pude
identificarlo por una conocida de Adrogué y lo entregué a la abuela, la mamá de
Susana”, manifestó en la continuidad de su relato.
Su
padre era docente de una cátedra que dictaba José Alfredo Martínez de Hoz y
ante la desaparición de su hijo, lo contactó. “No lo busque más, están
desaparecidos y no van a aparecer”, le respondió el entonces ministro de Economía. En
la búsqueda de su hermano, apodado “El Pingüino”, un religioso le comentó que
había sido fusilado. “Mi padre, a través de un conocido del Ministerio del
Interior, consigue el domicilio donde residía él y Susana Papic (Lote 26,
manzana 54 de la calle Brasil en Quilmes). Va a ver la casa, la encuentra
destruida y trata de ver si podía recuperar la casa para Agustín y encuentra
que la propiedad había sido vendida, con una escritura certificada por
escribano y firmada por Enrique, bastante después de su desaparición”, explicó,
dando cuenta del robo de bienes durante los años de plomo.
“El
20 de diciembre aparece en la prensa que Juan Alejandro y Susana Beatriz Mata
son asesinados por un grupo de tareas, en el marco del Plan Cóndor, en
Montevideo (Uruguay)”, señaló; en rigor, la muerte ocurrió cinco días antes y
aún permanecen en condición de desaparecidos. “Fueron asesinados y reprimidos
en su lucha contra una cruel dictadura, con lo cual, como los 30 mil, tuvieron
un valor increíble”, expuso Jorge Barry.
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