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Este caso sobre trata de personas con fines de explotación laboral, se conoció a partir de que el Juzgado de Garantías Nº7 de Berazategui.

El Juzgado Federal de Quilmes, investiga el caso de un hombre que llegó de la provincia de Corrientes para trabajar y fue contratado en una finca familiar ubicada en el Parque Pereyra Iraola, en Berazategui, donde lo sometían a realizar trabajos forzados sin posibilidad de ningún descanso, percibiendo una escasa remuneración que debía utilizar para vivir en una pequeña casilla sin ningún servicio. Dado que controlaban sus movimientos, la víctima logró denunciar su situación cuando huyó del lugar y acudió a una salita de primeros auxilios de Berazategui.

Este caso sobre trata de personas con fines de explotación laboral, se conoció a partir de que el Juzgado de Garantías Nº7 de Berazategui, a cargo del juez Gustavo Alejandro Mora, declinó su competencia y solicitó su intervención al Juzgado Federal de Quilmes, el cual lo rechazó porque entendió que se estaba frente a la posible comisión del delito de reducción a la servidumbre u otra condición análoga. En los últimos días, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, resolvió que resultaba competente para continuar con las actuaciones el Juzgado Federal de Quilmes, al que ordenó remitir el expediente.

 

TRABAJO FORZADO, EXPLOTACIóN LABORAL Y ENGAñO

De acuerdo a lo que se conoció, O., oriundo de la provincia de Corrientes, habría llegado a la provincia de Buenos Aires para trabajar en una quinta de la ciudad de Mar del Plata. Desde allí se trasladó a otra de Berazategui para sembrar y cosechar tomates, donde conoció a una mujer que le habría ofrecido trabajar en su finca familiar, ubicada en el Parque Pereyra, de la misma localidad, con la promesa de una remuneración diaria por su labor o una equivalente al cuarenta por ciento de la producción, que nunca habría sido cumplida, pues sólo habría recibido una ínfima suma cada dos semanas de trabajo. 

Según la denuncia, O. tenía que “carpir, sembrar, cosechar, cargar cajones de verdura para la venta, y otras tareas de mantenimiento de un predio de seis hectáreas, desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde, aproximadamente, sin posibilidad de interrumpir la actividad para un descanso.

Con respecto a las condiciones de alojamiento, el denunciante, que se hallaba en condiciones de extrema vulnerabilidad, relató que residió en el mismo predio, en una pequeña casilla de madera, sin ningún tipo de servicio y que, con el poco dinero que percibía, debía proveerse de lo necesario para vivir, padeciendo malos tratos verbales de los imputados, quienes también habrían ejercido un estricto control sobre sus movimientos, y en varias oportunidades le habrían indicado que no saliera de la finca.

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